A modo de encaje pétreo y vegetal que rodeara las nieves casi perpetuas y de las cimas, el parque natural de Sierra Nevada se derrama buscando las hoyas del Altiplano y Granada, las “tahas” de las Alpujarras y las turberas de Lecrín, todo un derroche de agua, bosques y abruptos relieves que dan cobijo al elenco de vida más espectacular.
Mientras que en las alturas el relieve es una sucesión de lomas que superan los 3.000 metros sobre el nivel del mar, en la cotas inferiores el llamado calar presenta formas mucho más escarpadas, con tajos y farallones de vértigo, como la aguja del Trevenque o las cresterías del Dornajo, y espectaculares angosturas como los cahorros de Monachil. En la zona suroriental, donde las lluvias son torrenciales y los cauces de los ríos temporales, el relieve que predomina está caracterizado por cárcavas y ramblas que dan paso a paisajes áridos cargados de magia, como el Desierto de Tabernas.